jueves, 20 de octubre de 2022

La gota de hiel

¡Jehovah, Jehovah, tu cólera me agobia!

¿Por qué la copa del martirio llenas?

Cansado está mi corazón de penas.

Basta, basta, Señor.

Hierve incendiada por el sol de Cuba

mi sangre toda y de cansancio expiro,

busco la noche, y en el lecho aspiro

fuego devorador.

 

¡Ay, la fatiga me adormece en vano!

Hondo sopor de mi alma se apodera

¡y siéntanse a mi pobre cabecera

la miseria, el dolor!

Roncos gemidos que mi pecho lanza

tristes heraldos son de mis pesares,

ay, a mi mente descienden a millares

fantasmas de terror.

 

¡Es terrible tu cólera, terrible

Jehovah, suspende tu venganza fiera

o dame fuerzas, Oh Señor, siquiera

para tanto sufrir.

Incierta vaga mi extraviada mente,

busco y  no encuentro la perdida ruta,

sólo descubro tenebrosa gruta

donde acaba el vivir.

 

Yo sé, Señor, que existes, que eres justo,

que está a tu vista el libro del destino,

y que vigilas el triunfal camino

del hombre pecador.

Era tu voz la que en el mar tronaba

al ocultarse el sol en occidente,

cuando una ola rodaba tristemente

con extraño fragor.

 

Era tu voz y la escuché temblando.

Clavóse un tanto mi tenaz dolencia,

yo adoré tu divina omnipotencia

como cristiano fiel.

¡Ay, tú me ves Señor! Mi triste pecho

cual moribunda lámpara vacila

y en él la suerte sin cesar destila

una gota de hiel.

Ignacio Rodríguez Galván

Imagen:https://www.blogger.com/

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