viernes, 14 de octubre de 2022

Himno de la noche

Súplica al Creador

 

¡Oh sol! ¡noble gigante de hermosura,

y astro rey en tu trono de volcanes!

¡Guerrero cuya nítida armadura

deslumbró en feroz lid a los Titanes!

 

Las águilas del Líbano altaneras,

cuando dorabas hoy la antigua Tiro,

te admiraron subiendo a las esferas,

yo que pierdo tu luz, también te admiro.

 

Su pupila tenaz osadamente

se fijó en tu zenit esplendoroso;

yo al morir en los mares de Occidente

te saludo no más, rey luminoso.

 

Faro inmortal del mundo a quien das vida.

Eterno en juventud y en el encanto,

sombra del hacedor, piedra caída

de la esmaltada fibra de su manto.

De la muerte del día plañideras

le siguen al sepulcro largas sombras,

que borran la esmeralda en las praderas,

desatando sus tétricas alfombras.

 

Su tapiz vaporoso sin colores

enluta en fuente azul blancas espumas,

los pétalos de nácar en las flores,

y en las aves el iris de las plumas.

 

En el tronco de un árbol carcomido

no duerme eternamente el aura leve,

pero lánguida vaga sin sonido

temiendo desplegar alas de nieve.

 

Tal vez el bardo así, cuando es de hielo

sin juventud ni amor, triste suspira,

y teme levantar su canto al Cielo,

recorriendo las cuerdas de la lira.

 

Roto el prisma falaz de las pasiones,

que me presenta un mundo de placeres,

y sobre pedestales de ilusiones

ídolos de jazmín en las mujeres.

 

Cuando el Edén de mágico contento,

como insecto de un día vaga y zumba,

se vista de color amarillento,

mostrando en vez de flor, mármol de tumba,

 

deme el Cielo en la choza solitaria

del arpa de Sión la melodía,

y escríbase en mi losa funeraria:

¡Dios Amor, y la dulce Poesía.’

 

Más sombras obre el mudo cada instante!

Pero avanza un lucero a las estrellas

mientras detrás del eje rutilante

en lejanos cohortes siguen ellas.

 

Dime, luz bienhechora, ¿dó caminas?

¿velas sobre los sueños, les asistes,

y con el resplandor los iluminas,

repartiéndolos tú blandos o tristes?

 

¿Eres cuna do el ángel se adormece?

¿O estás cual atalaya prevenida

que avisas al amante que anochece

para que vuele a ver a su querida?

 

¡Delicioso jardín...! en una rosa

se duerme una cantárida dorada,

mientras una nocturna mariposa

turba el sueño y le roba la morada.

 

En la hierba fosfórico gusano

enciende su fanal, o su lumbrera

émula del cocuyo americano,

que si marcha, le sigue compañera.

 

Y las plantas acuáticas que solas

aman perenne humor, sacan aprisa

del cristal adormido sus corolas,

para gozar los besos de la brisa.

 

Un insecto de púrpura y topacio

sobre flexible tallo se asegura,

y a una cerrada flor que es su palacio

estas quejas tristísimas murmura:

 

¡Ábreme, hermana mía, el blanco seno,

que vengo fatigado del camino;

por extraño persil de lilas lleno

me perdí susurrante peregrino.

 

Me persiguió un rapaz de ojos azules

y por huir su mano codiciosa,

escondido entre ramas de abedules,

me sorprendió la noche tenebrosa.

 

Al tiempo de besarse dos amantes

crucé por una gótica ventana,

y sus ósculos tiernos y constantes

empañaron mis alas de oro y grana.

 

Gozaba en su balcón auras amenas

una bella de formas celestiales;

quise entrar en su pecho de azucenas,

y huyó de allí cerrando sus cristales.

 

Errante voy, y encuentro poseído

todo cáliz, do bebo la ambrosía,

de sonoro amador que está dormido;

‘Ábreme tu capullo, hermana mía.’

 

Poco a poco la flor va desplegando

su seno virginal al que la llama

y ofrece su cariño lecho blando...

’Delicioso jardín!... esa flor ama.

 

¿Dó camináis vosotras, bellas nubes

flotando sobre brisas regaladas?

¿Vais a servir de tienda a los querubes?

¿Vais a servir de tálamo a las hadas?

 

¿Vais a llevar los sueños a otras zonas?

¿O a mentir a mis ojos soñolientos,

con la luz de la luna hinchadas lonas

de bajeles, en mares turbulentos?

 

Si al ocultarse el sol, según sus leyes,

flotabais como ricos pabellones,

que en las solemnes fiestas de sus reyes

enarbolan los pueblos y naciones;

 

Si vestíais de azul y de escarlata,

¿quién os ha concedido blanco velo

con profusión de aljófares y plata,

vestales de la bóveda del cielo?...

 

Huid, y el rayo hermoso de la luna

brille sobre mi rostro tibiamente,

que le profeso amor desde la cuna,

y es única corona de mi frente.

 

‘Arrecia con furor el raudo viento!

¿Qué suspiráis, sonoros vendavales,

 en las torres de alcázar opulento?

¿Qué gemís en sus largos espirales?

 

Murmuráis del magnate: cien bugías

en un ambiente de ámbares y rosa

sus noches aclarecen como días,

el estruendo de orquesta sonorosa.

 

Vense tras de los vidrios, entre sedas

cruzar nobles y duques y barones,

y danzar a compás vírgenes ledas,

ninfas de flor, con alas de ilusiones.

 

Y mientras el palacio se alboroza

duerme el pobre en las piedras de la esquina,

lo desvela la rápida carroza,

y otra vez en el polvo se reclina.

 

¡Ricos!... en los banquetes abundosos,

si disfrutáis placeres, dad al menos;

si dais de lo sobrante, sois piadosos,

si de lo necesario, seréis buenos.

 

Debajo del suntuoso artesanado 

no habitarán tristezas que os devoran,

y el ángel del reposo regalado

de  noche os dará sueños que enamoran.

 

Dios de luz, de noches y de días,

que pintas el celaje de la aurora,

Dios de mis esperanzas y alegrías,

oye mi voz, mi corazón te adora.

 

Concede tu esperanza a mi tormento,

a mi duda tu fe y tus resplandores,

y el bálsamo feliz del sufrimiento,

cuando se multipliquen mis dolores.

 

Tenga tranquilo hogar, pecho sin hieles,

palabras de tu amor, rostro sin ceño,

el  pan de  mi trabajo, amigos fieles,

y de tu santa paz el dulce sueño.

Juan Arolas

Imagen:https://www.blogger.com/

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