Noche serena
Cuando contemplo el cielo
de innumerables luces adornado,
y miro hacia el suelo,
de noche rodeado,
en sueño y en olvido sepultado,
el amor y la pena
despiertan en mi pecho un ansia
ardiente;
despiden larga vena
los ojos hechos fuente;
la lengua dice al fin con voz
doliente:
Morada de grandeza,
templo de claridad y hermosura,
mi alma que a tu alteza
nació, ¿qué desventura
la tiene en esta cárcel baja, oscura?
¿Qué mortal desatino
de la verdad aleja así el sentido,
que de tu bien divino
olvidado, perdido
sigue la vana sombra, el bien fingido?
El hombre está entregado
al sueño, de su suerte no cuidado,
y con paso callado
el cielo vueltas dando
las horas del vivir le va hurtando.
¡Ay! despertad, mortales;
mirad con atención en vuestro daño;
¿Las armas inmortales
hechas a bien tamaño
podrán vivir de sombra y sólo engaño?
¡Ay! levantad los ojos
a aquesta celestial eterna esfera,
burlaréis los antojos
de aquesa lisonjera
vida, con cuanto tiene y cuanto
espera.
¿Es más que un breve punto
el bajo y torpe suelo, comparado
a aqueste gran trasunto,
do vive mejorado
lo que es, lo que será, lo que ha
pasado?
Quien mira el gran concierto
de aquestos resplandores eternales,
su movimiento cierto,
sus pasos desiguales,
y en proporción concorde tan
iguales;
La luna cómo mueve
la plateada rueda, y va en pos de ella
la luz do el saber llueve,
y la graciosa estrella
de amor la sigue reluciente y bella;
Y cómo otro camino
prosigue el sanguinoso Marte airado,
y el Júpiter benigno
de bienes mil cercado
serena el cielo con su rayo amado;
Rodéase en la cumbre
Saturno, padre de los siglos de oro,
tras él la muchedumbre
del reluciente coro
su voz va repartiendo y su tesoro.
¿Quién es el que esto mira,
y precia la bajeza de la tierra,
y no gime y suspira
por romper lo que encierra
el alma, y de estos bienes la
destierra?
Aquí vive el contento,
aquí reina la paz: aquí asentado
en rico y alto asiento
está el amor sagrado
de honra y de deleites rodeado.
Inmensa hermosura
aquí se muestra toda; y resplandece
clarísima luz pura,
que jamás anochece;
eterna primavera aquí florece.
¡Oh campos verdaderos!
¡Oh prados con verdad frescos y
amenos!
¡riquísimos mineros!
¡Oh deleitosos senos!
¡repuestos valles de mil bienes
llenos!
Fray Luis de León
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