miércoles, 28 de septiembre de 2022

Dies Irae

 

Día de la ira, aquel día

en que los siglos se reduzcan a cenizas,

como testigos el rey David y la Sibila.

¡Cuánto terror habrá en el futuro

cuando el juez haya de venir

 a judgar todo extrictamente!


La trompeta, esparciendo un sonido admirable

por los sepulcros de todos los reinos,

reunirá a todos ante el trono.

La muerte y la Naturaleza se asombraran,

cuando resucite la criatura

para que responda ante el juez.

Aparecerá el libro escrito

en que se contiene todo

y con el que se judgará al mundo.

Así, cuando el juez se siente

lo escondido se mostrará

y no habrá nada sin castigo.

¿Qué diré yo entonces, pobre de mí?

¿A qué protector rogaré

cuando apenas el justo esté seguro?

Rey de tremenda majestad,

tú que salvas gratuitamente a los que hay que salvar,

sálvame, fuente de piedad.

 

Acuérdate. Piadoso Jesús

de que soy la causa de tu calvario;

no me pierdas en este día.

Buscándome, te sentaste agotado,

me redimiste sufriendo en la cruz,

no sean vanos tantos trabajos.

Justo juez de venganza,

concédeme el regalo del perdón

antes del día del juicio.

Grito como un reo;

la culpa enrojece mi rostro.

Perdona, Señor, a este suplicante.

Tú, que absolviste a Magdalena

y escuchaste la súplica del ladrón,

me diste a mí también esperanza.

Mis plegarias no son dignas,

pero tú, al ser bueno, actúa con bondad

para que no arda en el fuego eterno.

 

Colócame entre tu rebaño

y sepárame de los machos cabríos,

situándome a tu derecha.

Refutados los malditos

arrojados a las llamas voraces

hazme llamar entre los benditos.

Te lo ruego, suplicante y de rodillas,

el corazón acongojado, casi hecho cenizas;

hazte cargo de  mi destino.

Día de lágrimas será aquel renombrado día

en que resucitará, del polvo

para el juicio, el hombre culpable.

A ése pues, perdónalo, oh Dios.

Señor de piedad. Jesús,

concédeles el descanso.

Amén.

(Tomás de Celano)

jueves, 22 de septiembre de 2022

Diz y ocho años 

 

Caminando por la plaza encontrí una mujer.

Sus cabellos rubios su gracia era de ver.

Por ti mi linda dama daré mi vida entera

me se desepera pot ti mi coraçón

no sé lo que diré, no sé lo que haré.

 

Diz y ocho años tengo en la flor de mi manceves.

Me quemates en un fuego en la primera vez

Por ti mi loinda dama derá mi vida entera.

Por ti mi coraçón se me desespera.

Diré no sé lo que, no sé lo que haré.

 

Ah cruela niña ya te lo dixe yo.

Mi amigo era quel que se murió

Por ti mi loinda dama derá mi vida entera.

Por ti mi coraçón me se desespera.

Diré no sé lo que, no sé lo que haré.

(Sefardí)

Imagen:https://www.blogger.com/

jueves, 15 de septiembre de 2022

El espejo de la musa


Cierto día, temprano,

cuando el empeño se adornó con impaciencia,

la Musa siguió la corriente del río

hasta un rincón apartado y tranquilo.

Rápida y sonora fluía

la cambiante superficie distorsionada

hacia una figura encantadora que huía,

entonces la diosa abandonó la ira.

Sin embargo, el arroyo la llamó burlándose :

¿no verás entonces la verdad en mi claro espejo?

Pero ella corría lejos, cerca del océano,

en su figura el regocijo alababa

adornado debidamente su guirnalda.

Goethe

Imagen:https://www.blogger.com/

viernes, 9 de septiembre de 2022

Floret silva nobilis

 

Floret silva nobilis

floribus et foliis.

 

Ubi est antiquus

meus amicus?

Hinc equitavit,

eia quis amabit?

 

Floret silva undique,

nach mime gesellen ist mir we.

 

Grounet der walt allenthalben

wa ist min geselle alse lange?

Der ist geriten hinnen,

O wi, wer sol mich minnen?

 

El noble bosque florece

(Traducción)

 

El noble bosque florece

con flores y hojas.

 

¿Dónde esta

mi viejo amante?

Se ausentó de aquí...¡

ay! ¿Quién me amará?

 

El bosque florece por doquier

y yo añoro a mi amante.

 

Si el bosque está verde por doquier,

¿porqué mi amante está tan lejos?

Él se ha ido de aquí.

¡ay! quién me amará?

Carmina Burana

sábado, 3 de septiembre de 2022

Adán y su compañera: después de la caída

 

Huyamos de sus iras, mas ¿adónde?

Si no apaga su sol, ¡quién nos esconde

del ofendido Dios?

Y si de  noche oscura se presenta,

¿no hará con su mirada, que calienta,

cenizas de los dos?

 

¿Nos esconderá el mar que ronco truena?

¡El mar!... ¡el mar!... un escalón de arena

que, si lo salva el pie,

detrás de onda benéfica que halaga

se estrella otra mortífera que traga,

¡y nada más se ve!

 

Y a los altivos montes ¿quién acude,

si, pasando su sombra, los sacude

con hórrido temblor?

¿Si encorvarán sus cimas de malezas,

oprimiendo tal vez nuestras cabezas,

malditas del Señor?

 

¿Sabes, di, algún lugar árido y triste,

que de abrojos y espinas se reviste,

sin flores por tapiz,

do estrechando los brazos criminales

cerremos en la noche de los males

el párpado infeliz?

 

¿Y no llegue su enojo a tales climas,

reventando en volcanes por las cimas,

y removiendo el mar?

¿Y podamos, por único consuelo,

no contemplar la luz y ver el cielo,

tan sólo respirar?

 

¿Do no suene su voz que me acobarde’

¿Do  no vuele en las brisas de la tarde

que él mismo embalsamó?

¿Ni encienda sus estrellas que ama tanto,

crisólitos caídos de su manto

que en trono sacudió?

 

¿Y será que se olvide de mi nombre

y nada le recuerde que hizo al hombre

que al lado tuyo ves?

¿Y no cuente, al fulgor de sus destellos,

ninguno de mis días, ni cabellos,

ni huella de mis pies?

 

Mas ¡ah!, que con su dedo omnipotente

sostiene todo mar y continente;

y el dedo encogerá,

y, desquiciado entonces con asombro,

para vagar en átomos de escombro,

el  mundo caerá.

 

¡Oh amada realidad de sueños míos!

Tú, nacida al frescor de cuatro ríos,

en medio del edén,

arrastrarás conmigo y con tus penas

por páramos de estériles arenas

tu maldición también.

 

¿Quién te igualó en riqueza y hermosura

antes de aquel instante sin ventura

de amargo frenesí?

¿antes que aquella sombra te halagase

y aquel fruto de muerte mancillase

tus labios de rubí?

 

Las fuentes retrataban tu contento,

y de tu blanco seno el movimiento,

tu risa y tu mirar;

y tus ojos de llanto no sabían,

y tus hondas entrañas no mordían

las limas del pesar.

 

Las aves cariñosas te cantaban,

las brisas tu cabello acariciaban

con ósculos de amor,

y cuando la pisó tu pie de nieve,

no perdió de amorosa ni de leve

la más delgada flor.

 

Yo bebía en tus ojos dulce encanto,

y envidiaba mi dicha el ángel santo,

y el  mismo serafín,

que, al eco de tu voz, dejaba el cielo,

por gozar tu mirada de consuelo,

volando en el jardín.

 

¡Oh cómo se acabaron tales días

y se rasgo tu tela de alegrías,

bordada de placer!

¿Dó estáis, auroras puras y brillantes?

¿Volasteis a otros climas muy distantes,

para jamás volver?

 

Ya el sol con su luz clara no consuela;

siento mi desnudez que el frío hiela,

y encuentro sin calor

tus ósculos que libo y tu regazo,

y al buscar una dicha en un abrazo,

mi dicha es el dolor.

 

¿Y quién nos borrará de la memoria 

nuestro pasado bien y vuestra gloria

y excelsa beatitud,

para que, sin tormentos, sin enojos,

cerremos breve instante nuestros ojos

con sueño de quietud?

 

¿Y quién ha de dormir, si esta presente

del ofendido Dios Omnipotente

la eterna maldición?

¿Si enluta nuestros pasos, nuestra vida,

y con llama feroz, desconocida,

nos quema el corazón?

 

¡Yo tiemblo de mirarme en su presencia!

Resuena en mis oídos la sentencia

que nos dictó el gran Ser:

‘por cuanto  mis preceptos no cumplisteis,

al polvo volveréis de do salisteis,

por solo mi querer’.

 

Esto dijo a su triste compañera

el hombre, en su desgracia lastimera,

maldito de su Dios;

y la fúnebre noche del pecado,

con un manto de sombras enlutado

cayó sobre los dos.

Juan Arolas

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