sábado, 30 de enero de 2021

Calendario

Entre gritos y suspiros aprehendí tu alfabeto.

Hiedra en el muro

me sustento.

Costruí secretos pasadizos hacia ti.

A mi acantilada soledad le diste aliento,

pasión a mis indescifrables instintos,

dicha a mis trozos de invierno.

Fui presente que tu boca delineó en el paraíso,

en el pasado tu cuerpo agua fue en mi cuerpo,

de tristezas compartidas construimos un futuro.

Hoy emergen los murmullos…

calendario de recuerdos.

Lina Zerón

Imagen:https://www.google.com/

domingo, 24 de enero de 2021

Esta tarde mi bien

Esta tarde, mi bien, cuando te hablaba,

como en tu rostro y tus acciones vía

que con palabras no te persuadía,

que el corazón me vieses deseaba; 

 

y Amor, que mis intentos ayudaba,

venció lo que imposible parecía:

pues entre el llanto, que el dolor vertía,

el corazón deshecho destilaba.

 

Baste ya de rigores, mi bien, baste:

no te atormenten más celos tiranos,

ni el vil recelo tu inquietud contraste

 

con sombras necias, con indicios vanos,

pues ya en líquido humor viste y tocaste

mi corazón deshecho entre tus manos.


Sor Juana Inés de la Cruz



martes, 19 de enero de 2021

El nido

Mira ese árbol que a los cielos

sus ramas eleva erguido;

en ellas columpia un nido

en que duermen tres polluelos.

 

Ese nido es un hogar;

no lo rompas, no lo hieras:

sé bueno y deja a las fieras,

el vil placer de matar.

 

Juan de Dios Peza

Imagen:https://www.google.com/

miércoles, 13 de enero de 2021

 El llanto

 

Al declinar la tarde se acercan los amigos;

pero la vocecita no deja de llorar.

Cerramos las ventanas, las puertas, los postigos,

pero sigue cayendo la gota de pesar.

 

No sabemos de dónde viene la vocecita;

registramos la granja, el establo, el pajar.

El campo en la tibieza del blanco sol dormita,

pero la vocecita no deja de llorar.

 

-¡La noria que chirría! -dicen los más aguodos-

Pero ¡si aquí no hay norias! ¡Qué cosa tan singular!

Se contemplan atónitos, se van quedando mudos

porque la vocecita no deja de llorar.

 

Ya es franca desazón lo que antes era risa

y se adueña de todos un vago malestar,

y todos se despiden y se escapan de prisa,

porque la vocecita no deja de llorar.

 

Cuando llega la noche, ya el cielo es un sollozo

y hasta finge un sollozo la leña del hogar.

A solas, sin hablarnos, lloramos un embozo,

pero la vocecita no deja de llorar.

 

Alfonso Reyes

Imágenes:https://www.google.com/

jueves, 7 de enero de 2021

 Los músicos

De qué tierra vinieron estos músicos tristes,

con voces incisivas y ojos de lunas frías?

Su música tortura corazones felices

y hace llorar imágenes de mármol de arcilla.

 

¿Qué nefario artesano les dio esos instrumentos

henchidos de quejidos e inmensas agonías?

Al oírlos, recuerdo las cosas que están lejos

y solitarias noches en cabañas vacías.

 

Todas las tardes llegan a esta posada lúgubre;

y sus lenguas, cual flamas de inquietos candelabros,

hablan con el sigilo de una monja que encubre

de un amor juvenil los pasados milagros.

 

¿De dónde sacan ellos el sentimiento amargo

que impregnan en sus voces al emitir sus cantos?

¿Es que sienten más hondo, más profundo y más claro,

o es que tienen un timbre más perfecto y exacto?

 

Su música pausada gotea en la penumbra

y ataja los destellos en todas las miradas.

El daño de otro tiempo todo el espacio inunda

y en un rincón del mundo ¡Lloran todas las almas!

 

Humberto Graza

Imagen:https://www.google.com/

viernes, 1 de enero de 2021

Adán y su compañera

Huyamos de sus iras; mas ¿adónde?
Si no apaga su sol, ¿quién nos esconde
Del ofendido Dios?
Y si de noche oscura se presenta,
¿No hará con su mirada, que calienta,
Cenizas de los dos?

¿Nos esconderá el mar que ronco truena?
¡El mar!... ¡el mar!... un escalón de arena
Que, si lo salva el pie,
Detrás de onda benéfica que halaga
Se estrella otra mortífera que traga,
¡Y nada más se ve!

Y a los altivos montes ¿quién acude,
Si, pasando su sombra, los sacude
con hórrido temblor?
¿Si encorvarán sus cimas de malezas,
Oprimiendo tal vez nuestras cabezas,
Malditas del Señor?

¿Sabes, di, algún lugar árido y triste,
Que de abrojos y espinas se reviste,
Sin flores por tapiz,
Do estrechando los brazos criminales
Cerremos en la noche de los males
El párpado infeliz?

¿Y no llegue su enojo a tales climas,
Reventando en volcanes por las cimas,
Y removiendo el mar?
¿Y podamos, por único consuelo,
No contemplar la luz y ver el cielo,
Tan sólo respirar?

¿Do no suene su voz que me acobarde?
¿Do no vuele en las brisas de la tarde,
Que él mismo embalsamó?
¿Ni encienda esas estrellas que ama tanto,
Crisólitos caídos de su manto,
Que en torno sacudió?

¿Y será que se olvide de mi nombre
Y nada le recuerde que hizo al hombre
Que al lado tuyo ves?
¿Y no cuente, al fulgor de sus destellos,
Ninguno de mis días, ni cabellos,
Ni huellas de mis pies?

Mas ¡ah!, que con su dedo omnipotente
Sostiene todo mar y continente;
Y el dedo encogerá,
Y, desquiciado entonces con asombro,
Para vagar en átomos de escombro.
El mundo caerá.

¡Oh amada realidad de sueños míos!
Tú, nacida al frescor de cuatro ríos,
En medio del Edén,
Arrastrarás conmigo y con tus penas
Por páramos de estériles arenas
Tu maldición también.

¿Quién te igualó en riqueza y hermosura
Antes de aquel instante sin ventura
De amargo frenesí?
¿Antes que aquella sombra te halagase
Y aquel fruto de muerte mancillase
Tus labios de rubí?

Las fuentes retrataban tu contento,
Y de tu blanco seno el movimiento,
Tu risa y tu mirar;
Y tus ojos de llanto no sabían,
Y tus hondas entrañas no mordían
Las limas del pesar.

Las aves cariñosas te cantaban,
Las brisas tu cabello acariciaban
Con ósculos de amor,
Y cuando la pisó tu pie de nieve,
No perdió de amorosa ni de leve
La más delgada flor.

Yo bebía en tus ojos dulce encanto,
Y envidiaba mi dicha el ángel santo,
Y el mismo serafín,
Que, al eco de tu voz, dejaba el cielo,
Por gozar tu mirada de consuelo,
Volando en el jardín.

¡Oh cómo se acabaron tales días
Y se rasgó su tela de alegrías,
Bordada de placer!
¿Do estáis, auroras puras y brillantes?
¿Volasteis a otros climas muy distantes,
Para jamás volver?

Ya el sol con su luz clara no consuela;
Siento mi desnudez que el frío hiela,
Y encuentro sin calor
Tus ósculos que libo y tu regazo,
Y al buscar una dicha en un abrazo,
Mi dicha es el dolor.

¿Y quién nos borrará de la memoria
Nuestro pasado bien y nuestra gloria
Y excelsa beatitud,
Para que, sin tormentos, sin enojos,
Cerremos breve instante nuestros ojos
Con sueño de quietud?

¿Y quién ha de dormir, si está presente
Del ofendido Dios omnipotente
La eterna maldición?
¿Si enluta nuestros pasos, nuestra vida,
Y con llama feroz, desconocida,
Nos quema el corazón?

¡Yo tiemblo de mirarme en su presencia!
Resuena en mis oídos la sentencia
Que nos dictó el gran Ser:
«Por cuanto mis preceptos no cumplisteis,
Al polvo volveréis de do salisteis,
Por solo mi querer.»

Esto dijo a su triste compañera
El hombre, en su desgracia lastimera,
Maldito de su Dios;
Y la fúnebre noche del pecado,
Con un manto de sombras enlutado,
Cayó sobre los dos.

Juan  Arolas

Imagen:https://www.google.com/