jueves, 30 de abril de 2020


Las flores y la vida del hombre

Éstas que fueron pompa y alegría
despertando al albor de la mañana,
a la tarde serán lástima vana
durmiendo en brazos de la noche fría.

Este matiz que al cielo desafía,
iris listado de oro, nieve y grana,
será escarmiento de la vida humana:
Tanto se emprende en término de un día!

A florecer las rosas madrugaron,
y para envejecerse florecieron:
cena y sepulcro en su botón hallaron.

Tales los hombres sus fortunas vieron;
en un día nacieron y expiaron;
que pasados los siglos, horas fueron.

Pedro Calderón de la Barca

Pedro Calderón De La Barca (Las Flores Y La Vida Del Hombre) - YouTube

sábado, 25 de abril de 2020


Rosana en los fuegos

Del sol llevaba la lumbre
y la alegría del alba,
en sus celestiales ojos
la hermosísima Rosana,
una noche que a los fuegos
salió la fiesta de Pascua,
para abrasar todo el valle
en mil amorosas ansias.
Por doquiera que camina
lleva tras sí la mañana,
y donde se vuelve rinde
la libertad de mil almas.
El céfiro la acaricia
y mansamente la halaga,
los Amores la rodean
y las Gracias la acompañan.
Y ella, así como en el valle
descuella la altiva palma
cuando sus verdes pimpollos
hasta las nubes levanta;
o cual vid de fruto llena
que con el olmo se abraza,
y sus vástagos extiende
al arbitrio de las ramas;
así entre sus compañeras
el nevado cuello alza,
sobresaliendo entre todas
cual fresca rosa entre zarzas;
o como cándida perla
que artífice diestro engasta
entre encendidos corales,
porque más luzcan sus aguas.
Todos los ojos se lleva
tras sí, todo lo avasalla;
de amor mata a los pastores
y de envidia a las zagalas.
Ni las músicas se atienden,
ni se gozan las lumbradas;
que todos corren por verla
y al verla todos se abrasan.
¡Qué de suspiros escuchan!
¡Qué de vivas y de salvas!
No hay zagal que no la admire
y no se esmere en loarla.
Cuál absorto la contempla
y a la aurora la campara
cuando más alegre sale
y el cielo de su albor baña;
Cuál el fresco y verde aliso
que crece al margen del agua,
cuando más pomposo en hojas
en su cristal se retrata;
cuál a la luna, se muestra
llena su esfera de plata,
y asoma por los collados
de luceros coronada.
Otros pasmados la miran
y mudamente la alaban,
y cuanto más la contemplan
muy más hermosa la hallan.
Que es como el cielo su rostro
cuando en la noche callada
brilla con todas sus luces
y los ojos embaraza.
¡Ay, qué de envidias se encienden!
¡Ay, que de celos que causa
en las serranas del Tormes
su perfección sobrehumana!
Las más hermosas la temen,
mas sin osar murmurarla;
que como el oro más puro
no sufre una leve mancha.
–Bien haya tu gentileza,
una y mil veces bien haya,
 abrase la envidia al pueblo,
hermosísima aldeana.
Toda, toda eres perfecta,
toda eres donaire y gracia
el amor vive en tus ojos
la gloria está en tu cara;
En esa cara hechicera,
de toda su luz cifrada
puso Venus misma, y ciego
en pos de sí me arrebata.
La libertad me has robado,
yo la doy por bien robada,
mas recibe el don benigna
que mi humildad te consagra.
No el don por pobres desdenes,
que aún las deidades más altas
a zagales, cual yo, humildes,
un tiempo acogieron gratas;
y mezclando sus ternezas
con sus rústicas palabras,
no, aunque diosas, esquivaron
sus amorosas demandas.
Su feliz ejemplo sigue,
pues que en verdad las igualas;
cual yo a todos los excedo
en lo fino de mi llama-
esto un zagal le decía
con razones mal formadas,
que salió libre a los fuegos
y volvió cautivo a casa.
Y desde entonces perdido
el día a sus puertas le halla;
ayer le cantó esta letra
echándole la alborada:

Linda zagaleja
de cuerpo gentil,
muérome de amores
desde que te vi.

Tu talle, tu aseo,
tu gala y donaire,
no tienen, serrana
igual en el valle.

Del cielo son ellos
y tú un serafín:
muérome de amores
desde que te vi.

De amores me muero,
sin que nada alcance
a darme la vida
que allá te llevaste.

Si no te condueles
benigna de mí;
que muero de amores
desde que te vi.

Juan Meléndez Valdés

Poesia, reflexiones y novelas: Rosana en los fuegos...

domingo, 19 de abril de 2020


La diosa del bosque

Oh, si bajo estos árboles frondosos
se mostrase la célica hermosura
que vi algún día en inmortal dulzura
este bosque bañar!

Del cielo tu benéfico descenso
sin duda ha sido, lúcida belleza:
deja, pues, diosa, que mi grato incienso
arda sobre tu altar.

Que no es amor mi tímido alborozo,
y me acobarda el rígido escarmiento,
que ¡oh Piritoo! condenó tu intento
y tu intento, Ixión.

Lejos de mí sacrílega osadía:
bástame que con plácido semblante
aceptes, diosa, a mis anhelos pía,
mi ardiente adoración.

Mi adoración y el cántico de gloria
que de mí el Pindo atónito ya espera:
baja tú a oírme de la sacra esfera
¡Oh radiante deidad!

Y tu mirar más nítido y süave,
he de cantar, que fúlgido lucero;
y el limpio canto que infundirnos sabe
tu dulce majestad.

De pureza jactándose natura,
te ha formado del cándido rocío
que sobre el nardo al apuntar de estío
la aurora derramó. 

Y excelsamente lánguida retrata
el rosicler pacífico de Mayo
tu alma: Favonio su frescura grata
a tu hablar trasladó.

¡Oh imagen perfectísima del orden
que liga en lazos fáciles al mundo,
sólo en los brazos de la paz fecundo,
sólo amable en la paz. 

En vano con espléndido aparato
finge el arte solícito grandezas:
natura vence con sencillo ornato
tan altivo disfraz.

Monarcas, que los pérsicos tesoros
ostentáis con magnífica porfía,
copiad el brillo de un sereno día
sobre el azul del mar. 

O copie estudio de émula hermosura
de mi deidad el mágico descuido;
antes veremos la estrellada altura
los hombres escalar.

Tú, mi verso, en magnánimo ardimiento
ya las alas del céfiro recibe,
y al pecho ilustre en que tu numen vive
vuela, vuela veloz. 

Y en los erguidos álamos ufana
penda siempre esta cítara, aunque nueva;
que ya a sus ecos hermosura humana
no ha de ensalzar mi voz.

Manuel María de Arjona

Fiesta Romana de las Flores «La diosa Flora» | WiccaReencarnada

martes, 14 de abril de 2020


Al sueño – El himno del Desgraciado

“Que el grande y el pequeño
Somos iguales lo que dura el sueño”
Lope de vega

Desciende a mí, consolador Morfeo,
único Dios que imploro,
antes que muera el esplendor febeo
sobre las playas del adusto moro.

Y en tu regazo el importuno día
me encuentro aletargado,
cuando triunfante de la niebla umbría
asciende al cénit del trono dorado.

Pierda en la noche y pierda en la mañana
tu calma silenciosa
aquel feliz que en el lecho de oro y grana
estrecha al seno la adorada esposa.

Y el que halagado con los dulces dones
de Pluto y de Citeres,
las que a la tarde fueron ilusiones,
a la aurora verá ciertos placeres.

No hallé jamás la matutina estrella
en tus brazos rendido
al que bebió en los labios de su bella
el suspiro de amor correspondido.

¡Ah! Déjalos que gocen. Tu presencia
no turbe su contento;
que es perpetua delicia su existencia
y un siglo de placer cada momento.

Para ellos nace, el orbe colorando
la sonrosada aurora,
y el ave sus amores va cantando
y la copia de Abril derrama Flora.

Para ellos tiende su brillante velo
la noche sosegada,
y de trémula luz esmalta el cielo,
y da al amor la sombra deseada.

Si el tiempo del placer para el dichoso
huye en veloz carrera,
une con breve y plácido reposo
las dichas que ha gozado a las que espera.

Mas ¡ay! a un alma del dolor guarida
desciende ya propicio;
cuanto me quites de la odiosa vida,
me quitarás de mi inmortal suplicio.

¿De qué me sirve el súbito alborozo
que a la aurora resuena,
si al despertar el mundo para el gozo,
sólo despierto yo para a pena?

¿De qué el ave canora, o la verdura
del parado que florece,
si mis ojos no miran la hermosura,
y el universo para mí enmudece?¡

El ámbar de la vega, el blando ruido,
con el raudal se lanza,
¿Qué son ¡ay! para el triste que ha perdido,
último bien del hombre, la esperanza?

Girará en vano, cuando el sol se ausente
la esfera luminosa;
en vano, de almas tiernas confidente,
los campos bañará de luna hermosa.

Esa blanda tristeza que derrama
a un pecho enamorado,
si su tranquila amortiguada llama
resbala por las faldas del collado,

no es para un corazón de quien ha huido
la ilusión lisonjera,
cuando pidió, del desengaño herido,
su triste antorcha la razón severa.

Corta el hilo a mi acerba desventura,
oh, tú, sueño piadoso;
que aquellas horas que tu imperio dura
se iguala el infeliz con el dichoso.

Ignorada de sí yazca mi mente,
y muerto mi sentido,
empapa el ramo, para herir mi frente,
en las tranquilas aguas del olvido.

De la tumba me iguale tu beleño
a la ceniza yerta,
sólo ‘ay de mí” que del eterno sueño,
mas felice que yo, nunca despierta.

Ni aviven mi existencia interrumpida
fantasmas voladores,
ni los sucesos de mi amarga vida
con tus pinceles lánguidos colores.

No me acuerde cruel de mi tormento
la triste imagen fiera;
bástale tu malicia al pensamiento,
sin darle tú el puñal para que hiera.

Ni me halagues con pérfidos placeres,
que volarán contigo;
y el dolor de perderlos cuando huyeres
de atreverme a gozar será el castigo.

Deslízate callado, y encadena
mi ardiente fantasía;
que asaz libre será para la pena
cuando me entregues a la luz del día.

Ven, termina la mísera querella
de un pecho acongojado.
¡Imagen de la muerte! Después de ella
eres el bien mayor del desgraciado.

Alberto Lista

AL SUEÑO. EL HIMNO DEL DESGRACIADO



miércoles, 8 de abril de 2020


El estío

Hermosa fuente que al vecino río
sonora envías tu cristal undoso,
y tú, blanda cual sueño venturoso,
yerba empapada en matinal rocío:
augusta soledad del bosque umbrío
que da y protege el álamo frondoso,
amparad de verano riguroso
al inocente y fiel rebaño mío.

Que ya el suelo feraz de la campiña
selló Julio con planta abrasadora
y su verdura a marchitar empieza;
y alegre ve la pampanosa viña
en sus yemas la savia bienhechora
nuncio feliz de la otoñal riqueza.

José Joaquín de Mora

Cultivos

viernes, 3 de abril de 2020


Himno de la inmortalidad

¡Salve, llama creadora del mundo,
lengua  ardiente de eterno saber,
puro germen, principio fecundo
que encadenas la muerte a tus pies!

Tú la inerte materia espoleas,
tú la ordenas juntarse y vivir,
tú su lodo modelas, y creas
miles seres de formas sin fin.

Desbarata tus obras en vano
vencedora la muerte tal vez;
de sus restos levanta tu mano
nuevas obras triunfante otra vez.

Tú la hoguera del sol alimentas,
tú revistes los cielos de azul,
tú la luna en las sombras argentas,
tú coronas la aurora de luz.

Gratos ecos del bosque sombrío,
verde pompa a los árboles das,
melancólica música al río,
ronco grito a las olas del mar.

Tú el aroma en las flores exhalas,
en los valles suspiras de amor,
tú murmuras del aura en las alas,
en el Bóreas retumba tu voz.

Tú derramas el oro en la tierra
en arroyos de ardiente metal;
tú abrillantas la perla que encierra
en su abismo profundo la mar.

Tú las cárdenas nubes extiendes,
negro manto que agita Aquilón;
con tu aliento los aires enciendes,
tus rugidos infunden pavor.

Tú eres pura simiente de vida,
manantial sempiterno del bien;
luz del mismo hacedor desprendida,
juventud y hermosura es tu ser.

Tú eres fuerza secreta que el mundo
en sus ejes impulsa a rodar,
sentimiento armonioso y profundo
de los orbes que anima tu faz.

De tus obras los siglos que vuelan
incansables artífices son,
del espíritu ardiente cincelan
y embellecen la estrecha prisión.

Tú en violento, veloz torbellino
los empujas enérgica, y van;
y adelante en tu raudo camino
a otros siglos ordenas llegar.

Y otros siglos ansiosos se lanzan,
desaparecen y llegan sin fin,
y en su eterno trabajo se alcanzan,
y se arrancan sin tregua el buril.

Y afanosos sus fuerzas emplean
en tu inmenso taller sin cesar,
y en la tosca materia golpean,
y redobla el trabajo su afán.

De la vida en el hondo Oceano
flota el hombre en perpetuo vaivén,
y derrama abundante tu mano
la creadora semilla en su ser.

Hombre débil, levanta la frente,
pon tu labio en su eterno raudal;
tú serás como el sol en Oriente,
Tú serás, como el mundo, inmortal.

José de Espronceda

José De Espronceda (Himno De La Inmortalidad) - YouTube