domingo, 29 de marzo de 2020



Introducción a los “Cantos del Trovador”

¿Qué se hicieron las auras deliciosas
que henchidas de perfume se perdían
entre los lirios y las frescas rosas
que el huerto ameno en derredor ceñían?
Las brisas del otoño revoltosas
en rápido tropel las impelían,
y ahogaron la estación de los amores
entre las hojas de sus yertas flores.

Hoy al fuego de un tronco nos sentamos
en torno de la antigua chimenea,
y acaso la ancha sombra recordamos
de aquel tizón que a nuestros pies humea.
Y hora tras hora tristes esperamos
que pase la estación adusta y fea,
en pereza febril adormecidos
y en las propias memorias embebidos.

En vano a los placeres avarientos
nos lanzamos doquier, y orgías sonoras
estremecen los ricos aposentos
y fantásticas danzas tentadoras;
porque antes y después caminan lentos
los turbios días y las lentas horas,
sin que alguna ilusión de breve instante
del alma el sueño fugitiva encante.

Pero yo, que he pasado entre ilusiones,
sueños de oro y de luz, mi dulce vida,
no os dejaré dormir en los salones
donde al placer la soledad convida:
ni esperar, revolviendo los tizones,
al yerto amigo o la falaz querida,
sin que más esperanza os alimente
que ir contando las horas tristemente.

Los que vivís de alcázares señores,
venid, yo halagaré vuestra pereza;
 niñas hermosas que morís de amores,
venid, yo encantaré vuestra belleza;
viejos que idolatráis vuestros mayores,
venid, yo os contaré vuestra grandeza;
venid a oír en dulces armonías
las sabrosas historias de otros días.

Yo soy el Trovador que vaga errante:
si son de vuestro parque estos linderos,
no me dejéis pasar, mandad que cante;
que yo sé de los bravos caballeros
la dama ingrata y la cautiva amante,
la cita oculta y los combates fieros
con que a cabo llevaron sus empresas
por hermosas esclavas y princesas.

Venid a mí, yo canto los amores;
yo soy el trovador de los festines;
yo ciño el arpa con vistosas flores,
guirnalda que recojo en mis jardines;
yo tengo el tulipán de cien colores
que adoran de Estambul en los confines,
y el lirio azul incógnito y campestre
que nace y muere en el peñón silvestre.

¡Ven a mis manos, ven, arpa sonora!
¡baja a mi mente, inspiración cristiana,
y enciende en mí la llama creadora
que del aliento del Querub emana!
¡lejos de mí la historia tentadora
que ajena tierra y religión profana!
Mi voz, mi corazón, mi fantasía
la gloria cantan de la patria mía.

Venid, yo no hollaré con mis cantares
del pueblo en que he nacido la creencia,
respetaré su ley y sus aliares;
en su desgracia a par que su opulencia
celebraré su fuerza o sus azares,
y, fiel ministro de la gaya ciencia,
levantaré mi voz consoladora
sobre las ruinas en que España llora.

¡Tierra de amor! ¡tesoro de memorias,
grande, opulenta y vencedora un día,
sembrada de recuerdos y de historias,
y hollada asaz por la fortuna impía!
Yo cantaré tus olvidadas glorias;
que en aras de la ardiente poesía
no aspiro a más laurel ni a más hazaña
que a una sonrisa de mi dulce España.

José Zorrilla

Bicentenario del nacimiento de José Zorrilla (1817-2017 ...

lunes, 23 de marzo de 2020


Hilitos de oro 

Hilitos, hilitos de oro
que se me vienen quebrando,
que dice el rey y la reina
que cuántos hijos tendrá.

Que tenga los que tuviere,
que nada le importa al rey,
ya me voy muy enojado
a darle la queja al rey.

Vuelva, vuelva caballero,
no sea tan descortés,
de las hijas que yo tengo
escoja a la más mujer.

No la quiero por bonita
y tampoco por mujer,
sólo quiero una rosita
acabada de nacer.

Pues escoja usted
matarilerilerón,
pues escoja usted,
a ésta quiero yo.

Popular mexicana



martes, 17 de marzo de 2020


Mamá te cantaba 

Mamá te cantaba
la nana más bella,
naciste de noche
como las estrellas.

Te quiero mi niño,
mi dulce lucero,
tú eres la estrellita
más linda del cielo.

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jueves, 12 de marzo de 2020


Sé más feliz que yo

Sobre pupila azul, con sueño leve,
tu párpado cayendo amortecido,
se parece a la pura y blanca nieve
que sobre las violetas reposó:
yo el sueño del placer nunca he dormido:
sé más feliz que yo.

Se asemeja tu voz en la plegaria
al canto del zorzal de indiano suelo
que sobre la pagoda solitaria
los himnos de la tarde suspiró:
yo sólo esta oración dirijo al cielo:
sé más feliz que yo.

Es tu aliento la esencia más fragrante
de los lirios del Arno caudaloso
que brotan sobre un junco vacilante
cuando el céfiro blando los meció:
yo no gozo su aroma delicioso:
sé más feliz que yo.

El amor, que es espíritu de fuego,
que de callada noche se aconseja
y se nutre con lágrimas y ruego,
en tus purpúreos labios se escondió:
Él te guarde el placer y a mí la queja:
sé más feliz que yo.

Bella es tu juventud en sus albores
como un campo de rosas del Oriente;
al ángel del recuerdo pedí flores
para adornar tu sien, y me las dio;
yo decía al ponerlas en tu frente:
sé más feliz que yo.

Tu mirada vivaz es de paloma;
como la adormidera del desierto
causas dulce embriaguez, hurí de aroma
que el cielo de topacio abandonó:
mi suerte es dura, mi destino incierto:
sé más feliz que yo.

Padre Juan Arolas

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sábado, 7 de marzo de 2020


Canción de la Primavera

Ya vuelve la primavera:
suene la gaita, -ruede la danza:
tiende sobre la pradera
el verde manto- de la esperanza.

Sopla caliente la brisa:
suene la gaita, -ruede la danza:
las nubes pasan aprisa,
y el azur muestran- de la esperanza.

Sopla la flor ríe en su capullo:
suene la gaita –ruede la danza:
canta el agua en su murmullo
el poder santo- de la esperanza.

¿La oís que en los aires trina?
Suene la gaita-ruede la danza:
-“Abrid a la golondrina,
que vuelve en alas –de la esperanza.-“

Niña, la niña modesta:
suene la gaita, -ruede la danza:
el mayo trae tu fiesta
que el logro trae –de tu esperanza.

Cubre la tierra el amor:
suene la gaita, -ruede la danza:
el perfume engendrador
al seno sube –de la esperanza.

Todo zumba y reverdece:
suene la gaita, -ruede la danza:
cuando el son y el verdor crece,
tanto más crece -toda esperanza.

Sonido, aroma y color
(suene la gaita, -ruede la danza)
Únense en himnos de amor,
que engendra el himno –de la esperanza.

Morirá la primavera:
suene la gaita –ruede la danza:
mas cada año en la pradera
tomará el manto  -de la esperanza.

La inocencia de la vida
(calle la gaita, -pare la danza)
no torna una vez perdida:
¡Perdí la mía! -¡ay mi esperanza!

Pablo Piferrer

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domingo, 1 de marzo de 2020


Himno al Mesías

Baja otra vez al mundo,
¡Baja otra vez, Mesías!
De nuevo son los días
de tu alta vocación;
y en su dolor profundo
la humanidad entera
el nuevo oriente espera
de un sol de redención.

Corrieron veinte edades
desde el supremo día
que en esa cruz te vía
morir Jerusalén;
y nuevas tempestades
surgieron y bramaron,
de aquellas que asolaron
el primitivo Edén.

De aquellas que le ocultan
al hombre su camino
con ciego torbellino
de culpa y expiación;
de aquellas que sepultan
en hondos cautiverios
cadáveres de imperios
que fueron y  no son.

Sereno está en la esfera
el sol del firmamento;
la tierra en su cimiento
inconmovible está:
la blanca primavera
con su gentil abrazo
fecunda el gran regazo
que flor y fruto da.

Mas ¡ay! que de las almas
el sol yace eclipsado;
mas ¡ay! que ha vacilado
el polo de la fe;
mas ¡ay! que ya tus palmas
se vuelven al desierto
no crecen, no, en el huerto
del que tu pueblo fue.

Tiniebla es ya la Europa:
ella agotó la ciencia,
maldijo su creencia,
se apacentó con hiel;
y rota ya la copa
en que su fe bebía,
se alzaba y te decía:
“¡Señor! Yo soy Luzbel!”

Mas ¡ay! que contra el cielo
no tiene el nombre rayo,
y en súbito desmayo
cayó de ayer a hoy;
“Y en son de desconsuelo,
y en llanto de impotencia,
hoy dama en tu presencia:
“Señor, tu pueblo soy.”

No es, no, la Roma atea
que entre aras derrochadas
despide a carcajadas
los dioses que se van;
es la que, humilde rea,
baja a las catacumbas,
y palpa entre las tumbas
los tiempos que vendrán.

Todo, Señor, diciendo
está los grandes días
de luto y agonías,
de muerte y orfandad;
que, del pecado horrendo
envuelta en el sudario,
pasa por un Calvario
la ciega humanidad.

Baja ¡oh Señor! No en vano
siglos y siglos vuelan;
os siglos nos revelan
con misteriosa luz
el infinito arcano
y la virtud que encierra,
trono de cielo y tierra
tu sacrosanta cruz.

Toda la historia humana
¡Señor! está en tu nombre;
tu fuiste Dios del hombre,
Dios de la humanidad.
Tu sangre soberana
en su Calvario eterno;
tu triunfo del infierno
es su inmortalidad.


¿Quién dijo, Dios clemente,
que tú no volverías,
y a horribles demonías,
y a eterna perdición,
condena a esta doliente
raza del ser humano
que espera de tu mano
su nueva salvación?

Sí, tú vendrás. Vencidos
serán con nuevo ejemplo
los que del santo templo
apartan a tu grey.
Vendrás y confundidos
caerán con los ateos
los nuevos fariseos
de la caduca ley.

¿Quién sabe si ahora mismo
entre alaridos tantos
de tus profetas santos
la voz no suena ya?
Ven, saca del abismo
a un pueblo moribundo;
Luzbel ha vuelto al mundo
y Dios ¿no volverá?

¡Señor! En tus juicios
la comprensión se abisma;
mas es siempre la misma
del Gólgota la voz.
Fatídicos auspicios
resonarán en vano;
no es el destino humano
la humanidad sin Dios.

Ya pasarán los siglos
de la tremenda prueba;
¡Ya nacerás, luz nueva
de la futura edad!
Ya huiréis ¡negros vestiglos 
de los antiguos días!
a volverás ¿Mesías!
En gloria y majestad.

Gabriel García Tassara

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