Junto a los ríos de Babilonia,
allí nos sentábamos, y aun llorábamos,
acordándonos de Sion.
Sobre los sauces en medio de ella
colgamos nuestras arpas.
Y los que nos habían llevado cautivos
nos pedían que cantásemos,
y los que nos habían desolado nos
pedían alegría, diciendo:
cantadnos algunos de los cánticos de
Sión.
¿Cómo cantaremos cánticos de Jehová
en tierra de extraños?
Si me olvidare de ti, oh Jerusalén,
pierda mi diestra su destreza.
Mi lengua se pegue a su paladar,
si de ti no me acordare;
si no enalteciere a Jerusalén
como preferente asunto de mi alegría.
Oh Jehová, recuerda contra los hijos
de Edom el día de Jerusalén,
cuando decían: Arrasadla, arrasadla
hasta los cimientos.
Hija de Babilonia la desolada,
bienaventurado el que te diere el pago
de lo que tú nos hiciste.
Dichoso el que tomare y estrellare tus
niños
contra la peña.
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Este salmo es sin duda el prototipo
del “llanto del destierro”. Los hebreos, desterrados en Babilonia, lloran
amargamente acordándose de Jerusalén.
Tres ideas a destacar: su belleza
literaria, la honda nostalgia del autor que habla en nombre de un pueblo y la
aguda indignación contra los opresores hasta el punto de desear la cruelísima
venganza que los dos últimos versos expresan.
Los poemas que expresan la nostalgia
por la tierra natal suelen tener una alta calidad literaria.