miércoles, 24 de julio de 2024

El porqué de la inconstancia

Contra mi sexo te ensañas

y de inconstante lo acusas;

quizá porque así te excusas

de recibir cargo igual.

Mejor obrarás si emprendes

analizar en ti mismo

del alma humana el abismo,

buscando el foco del mal.

 

Proclamas que las mujeres

(cual dijo no sé quién antes),

piensan amar sus amantes

cuando aman sólo al amor;

que el vago ardor del deseo

se agita constante en ellas,

mas pasa sin dejar huellas

su preferencia mayor.

 

¡Ay, amigo! No te niego

verdad que tan sólo prueba

que son las hijas de Eva

como los hijos de Adán.

A entrambos el daño vino

de la funesta manzana,

y a toda la raza humana

sus tristes efectos van.

 

¡Mísera raza!... su mengua

sufre, pero no la entiende;

y aún sueña y hallar pretende

bienes que torpe perdió.

Tras ellos ciega se lanza,

girando en vértigo insano…

mas nunca su empeño vano

ni aun en sombra los gozó.

 

Amor pide, dicha busca,

y a esperar loca se atreve

que en vaso corrupto y breve

apague el alma su sed;

pero ella su afán inmenso

siente perenne, profundo,

y rompe lazos del mundo

como el águila la red.

 

En balde en la extraña lucha

de su cansancio y su anhelo

le agrada tomar el velo

que la presenta el error:

y en los pálidos fantasmas,

que agranda ilusa ella sola

se finge ver la aureola

de la dicha y del amor.

 

¡Resbala pronto la venda!

¡Resbala y ve -con despecho-

que vuela, en humo deshecho

el fulgor de su ilusión!

Pues no cabe en ser que piensa

que eterno el engaño sea

aunque inmortal es la idea

que seduce al corazón.

 

No es, no, flaqueza en nosotros,

sí indicio de altos destinos,

que aquellos bienes divinos

nos sirvan de eterno imán,

y que el alma  no los halle,

por más que activa se mueva

ni tú en las hijas de Eva,

ni yo en los hijos de Adán.

 

Unas y otros nos quedamos

de lo ideal a distancia,

y en todos es a inconstancia

constante anhelo del bien.

¡De amor y dicha tenemos

sólo un recuerdo nublado;

pues su goce fue enterrado

bajo el  árbol del edén!

 

Jamás ¡oh amigo! ventura

ni amor eterno hallaremos…

Pero ¿qué importa? ¡esperemos!

porque es vivir esperar;

y aquí de todo nos habla

de pequeñez y mudanza

sólo es grande la esperanza

y perenne el desear.

Gertrudis Gómez de Avellaneda

Imagen:https://draft.blogger.com/


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