El muchacho de Egremond
¿Qué resta cuando huye la Esperanza?
Ella contestó: ‘Un Llanto Infinito.’
Pues en el ojo del pastor ella
leyó
quién yacía en su lecho.
En Embsay rugieron las
campanas,
la daga despertó en Barden;
los sonidos mezclados se hinchaban,
muriendo
y abajo en el Wharfe tronaban
los gritos;
cerca del refugio en el bosque
vestido de tartán y forestal verde,
con el sabueso amarrado y el
halcón en su capucha,
el Muchacho de Egremond fue visto.
Alegre era su canto, un canto
de tiempos antiguos;
pero donde las rocas se parten
en dos
y el río se precipita,
¡su voz no volvió a oírse!
¡Sólo un paso! Y el golfo atravesó;
¡pero aquel paso fue su último!.
Como la niebla devora su camino,
(Una nube que se cierra día y noche),
el sabueso amarrado oliendo
al amo y también su halcón.
Aquel estrecho de ruido y batalla
recibieron el resto de su Vida.
Allí, ahora tocan las campanas;
el Miserere, debidamente
cantado;
y los hombres santos, encapuchados,
vagan arriba y debajo de los
bosques.
¿Qué provecho hemos sacado?
Señor despiadado,
no te has estremecido cuando la
espada
vació su furia sobre el joven
corazón,
sobre el desvalido y el inocente.
Siéntate ahora y responde por
cada gemido.
El niño ante ti es sólo tuyo.
Y aquello que por allí vaga,
es una madre en su desesperación,
a menudo lo recordará, despertando,
durmiendo,
a los que lloraron junto al Wharfe;
a los que nunca serán consolados
cuando el río se bautizó con sangre.
Samuel Rogers
No hay comentarios:
Publicar un comentario