El espejo de la musa
Cierto día, temprano,
cuando el empeño se adornó con impaciencia,
la Musa siguió la corriente del río
hasta un rincón apartado y tranquilo.
Rápida y sonora fluía
la cambiante superficie distorsionada
hacia una figura encantadora que huía,
entonces la diosa abandonó la ira.
Sin embargo, el arroyo la llamó burlándose :
¿no verás entonces la verdad en mi claro espejo?
Pero ella corría lejos, cerca del océano,
en su figura el regocijo alababa
adornado debidamente su guirnalda.
Goethe
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