XI
Miré al cadáver, su raudo orden visible
y el desorden lentísimo de su alma;
le vi sobrevivir; hubo en su boca
la edad entrecortada de dos bocas.
Le gritaron su número: pedazos.
Le gritaron su amor ¡más le valiera!
Le gritaron su bala ¡también muerta!
Y su orden digestivo sosteníase
y el desorden de su alma, atrás, en
balde.
Le dejaron y oyeron, y es entonces
que el cadáver
casi vivió en secreto, en un instante;
mas le auscultaron mentalmente, ¡y
fechas!
llorándole al oído, ¡y también fehas!
César Vallejo
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