jueves, 13 de noviembre de 2025

La mantis religiosa

Mi mirada cansada retrocedió desde el bosque azulado por el sol

hasta la mantis religiosa que permanecía inmóvil a 50 cms. de mis ojos.

Yo estaba tendido sobre las piedras calientes de la orilla del Chanchamayo

y ella seguía allí, inclinada, las manos contritas,

confiando excesivamente en su imitación de rama o palito seco.

Quise atraparla, demostrarle que un ojo siempre nos descubre,

pero se desintegró entre mis dedos como una fina y quebradiza cáscara.

Una enciclopedia casual me explica ahora que yo había destruido

a un macho vacío.

La enciclopedia refiere sin asombro que la historia fue así:

el macho, en su pequeña piedra, cantando y meneándose, llamando hembra

y la hembra ya estaba aparecida a su lado,

acaso demasiado presta

y dispuesta.

Duradero es el coito de las mantis.

En el beso

ella desliza una lengua tubular hasta el estómago de él

y por la lengua le gotea una saliva cáustica, un ácido,

que va licuándole los órganos

y el tejido del más distante vericueto interno, mientras le hace gozo,

y mientras le hace gozo la lengua lo absorbe, repasando

la extrema gota de sustancia del pie o del seso, y el macho

se continúa así de la suprema esquizofrenia de la cópula a la muerte.

Y ya viéndolo cáscara ella vuela, su lengua otra vez lengüita.

Las enciclopedias no conjeturan. Ésta tampoco supone qué última palabra

queda fijada para siempre en la boca abierta y muerta del macho.

Nosotros no debemos negar la posibilidad de una palabra de agradecimiento.

José Watanabe

Imagen:https://www.blogger.com

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