jueves, 25 de mayo de 2023

Lamento al amanecer

Oh tú, cruel, mortalmente hermosa doncella,

dime qué gran pecado he cometido

para que me hayas atado, escondido,

dime por qué has roto la solemne promesa.

 

Fue ayer, sí, ayer, cuando con ternura

tocaste mi mano, y con duce acento afirmaste:

sí, vendré, vendré cuando se acerque la mañana,

envuelta en brumas a tu cuarto llegaré.

 

Sobre el crepúsculo esperé junto a la puerta sin llave,

revisé con cuidadoso esmero todas las bisagras

y me regocijé al comprobar que no gemían.

 

¡Qué noche de ansias expectantes!

Pues miré, y cada sonido fue esperanza;

si por casualidad dormité unos breves instantes,

mi corazón siempre se mantuvo despierto

para arrancarme del sopor inquieto.

 

Sí, bendecí la noche y al manto de tinieblas

que con tanta dulzura cubría las cosas;

disfruté del silencio universal,

mientras escuchaba en la penumbra,

ya que hasta el mínimo rumor me parecía un signo.

 

Si ella tiene estos pensamientos, mis pensamientos,

si ella tiene estos sentimientos, mis sentimientos,

no aguardará el derribo de la mañana

y con seguridad vendrá hasta mí.

 

Un pequeño gato saltó en el suelo,

atrapando a un ratón en un rincón,

fue ese el único sonido en la habitación,

jamás anhelé tanto escuchar unos pasos,

jamás ansié tanto escuchar unos pasos.

 

Y allí permanecí, y permaneceré siempre,

ya llegaba el resplandor del amanecer,

y aquí y allí se oían los primeros movimientos.

 

¿Es ahí en la puerta? ¿En el umbral de mi puerta?

Acostado en la cama me apoyé sobre el codo,

mirando fijo a la puerta, apenas iluminada,

en caso de que en el silencio se abriera.

Las cortinas se alzaban y caían

en la quieta serenidad del cuarto.

 

Y el día gris brilló, y brillará siempre,

en la habitación contigua se oyó una puerta,

como si alguien saliese a ganarse el sustento.

oí el estrepitoso temblor de los pasos.

Cuando las puertas de la ciudad fueron abiertas,

escuché el alboroto en el mercado, en cada esquina;

quedándome con la vida, el griterío y la confusión.

 

En la casa los sonidos iban y venían,

arriba y debajo de las escaleras,

las puertas chirriaban,

se abrían y cerraban.

Y como si fuese algo  normal, que todos vivimos,

de mi desgarrada esperanza no brotaron lágrimas.

 

Finalmente el sol, ese odiado esplendor,

cayó sobre mis paredes, sobre mis ventanas,

cubriéndolo todo, apresurándose en el jardín.

No hubo alivio para mi aliento, hirviente de anhelos,

con la brisa fresca de la mañana,

y, podría ser, aún sigo allí, esperándote:

pero no puedo encontrarte bajo los árboles,

ni en mi sombrío sepulcro en el bosque.

Morgenklagen Goethe

Imagen:https://www.blogger.com/

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