Don Juan de los Infiernos
Cuando Don Juan
Bajó hacia las aguas subterráneas
y una vez hubo
dado su limosna a Caronte,
un oscuro
mendigo, el ojo orgulloso como Antístenes,
con brazo
vengador y firme agarró cada remo.
Mostrando sus
pechos colgantes y sus vestidos abiertos
las mujeres se
retorcían bajo el negro firmamento,
y, como un gran
rebaño de víctimas disponibles,
detrás de él
arrastraban un largo bramido.
Sganarelle, riéndose, le exigía su salario,
al mismo tiempo que Don Luis, con dedo
tembloroso
indicaba a
todos los muertos errantes por las orillas,
al hijo
atrevido que se burlaba de su blanca frente.
Temblando bajo
su duelo, la casta y delgada Elvira
cerca del
marido pérfido, quien fue su amante,
parecía
reclamarle una suprema sonrisa
donde brillara
el dulzor de su primer juramento.
Erguido con su
armadura, un hombretón de piedra
se paró al
timón y cortó la negra corriente,
sin embargo, el
tranquilo héroe, inclinado sobre su espada,
miraba la estela y no se dignó a ver nada.
Charles Baudelaire
Imagen:https://www.google.com/
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