Dafne y Apolo
A Dafne ya los brazos le crecían
y en luengos ramos vueltos se
mostraban;
en verdes hojas vi que se tornaban
los cabellos que el oro escurecían;
de áspera corteza se cubrían
los tiernos miembros que aun bullendo
estaban;
los blancos pies en tierra hincaban
y en torcidas raíces se volvían.
Aquel que fue la causa de tal daño,
a fuerza de llorar, crecer hacía
este árbl, que con lágrims regaba.
¡Oh miserrable estado, oh mal tamaño
que con llorarla crezca cada día
la causa y la razón por que lloraba!
Garcilaso
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