Muerte vergonzosa
Éramos cuatro
en torno al lecho.
El sacerdote
se arrodilló junto a él.
Su madre de pie
en la cabecera,
frente a sus pies
aguardaba la novia.
Estábamos seguros
de que había muerto,
aunque sus ojos
permanecían abiertos.
No murió durante
la noche,
no murió
durante el día,
pero en la luz
del crepúsculo
su espíritu falleció,
cuando ni el sol
ni la luna brillaban,
y en los árboles
sólo flotaba un ámbar gris.
No fue muerto por
la espada,
tampoco por la
lanza o el hacha,
aunque nunca pronunció
una palabra
desde que aquí
regresó.
Yo corté el
delicado cordón
del cuello de mi
hermano querido.
Él no azotó su
golpe
y la cobardía viene
detrás,
en un lugar donde
tiemblan los cuernos.
Un sendero difícil
de encontrar,
pues los cuernos
oscilan en los arcos
y el crepúsculo
ciega los corazones.
Ellos iluminaron
una gran antorcha,
donde rápidos
se agitaron los brazos.
Sir John el caballero
del pantano,
Sir Guy, del doloroso
golpe altivo,
con tres veces
veinte caballeros más diez,
cabalgaron al bravo
Lord Hugh al final.
Yo soy tres
veces veinte mas diez,
y mi cabello
se ha tornado gris,
he conocido a
sir John del Pantano,
hace mucho, en
un lejano día de verano,
y me alegra
pensar en aquel momento,
en el que arranqué
su vida con mis manos.
Yo soy tres
veces veinte más diez,
y mi fuerza
quedó en el pasado,
pero hace
mucho yo y mis hombres,
cuando el cielo
estaba nublado
y la bruma se arrastraba
por las cañas del pantano,
matamos a Sir
Guy, el del doloroso golpe altivo,
y ahora todos
ustedes, caballeros,
ruego que oren
por Sir Hugh,
un hombre duro
y honesto,
y por Alice, esposa de un guerrero.
William Morris
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