La Danza de la muerte
El guardián miró hacia abajo en
el medio de la noche:
sobre las tumbas que yacían
dispersas allí,
con su luz plateada la luna
llenaba el espacio,
y la iglesia como el día
parecía brillar,
entonces vio rimero una tumba
y luego otra que se abría,
y hombres y mueres fueron
vistos al avanzar,
envueltos en pálidas y níveas
mortajas.
Apurados por correr pronto
doblaron los tobillos,
girando en rondas y danzas tan
alegres,
el joven y el viejo, el rico y
los pobres.
Pero las mortajas les
molestaban,
y como la modestia no puede
perturbarlos,
se sacudieron, y pronto
aparecieron los sudarios
dispersos y confusos sobre las
tumbas.
Entonces agitaron las piernas, estremecieron los muslos,
mientras la tropa con extraños gestos avanzaba,
los gritos y clamores se
elevaron alto,
hasta que el tiempo y la danza
marcaron el mismo ritmo.
La vista del guardián parecía abrumada de maravillas,
cuando el villano Tentador le habló así al oído:
aprovecha una de las mortajas
que allí yacen.
Rápido como el pensamiento la
tomó y huyó
detrás del portal de la capilla
a toda velocidad;
la luna seguía derramando su
blanquecina luz
sobre la danza que
temerariamente se desarrollaba.
Pero los bailarines se fueron
retirando uno a uno,
y sus mortajas, mientras se
desvanecían, reposaron,
y bajo el césped todo estaba
tranquilo.
Pero uno de ellos tropieza y
queda tendido allí,
e intenta alcanzar el sepulcro
con desesperación;
sin embargo, sus camaradas lo
ignoraban,
y él percibió el aroma del
sudario en el aire.
Así que agitó la puerta, pues
el guardián se protegía,
para repeler al enemigo, bajo
el bendito peso
de las cruces de metal.
El sudario debe conseguir, pues sin él no hay descanso,
permaneció unos instantes reflexionando
sobre los ornamentos góticos
que el espectro ansiaba,
¡Pobre guardián! ¡Su destino
está sellado!
Como una larga y espantosa
araña, en súbito andar,
así avanzaba el pérfido y
espantoso gusano.
El guardián tembló, y la
palidez lo sobrecogió:
mientras el fantasma buscaba
su sombría mortaja,
cuando al final (ahora nada
puede salvarlo)
en un diente de hierro fue
capturado,
cuando el luctuoso brillo de
la luna se apagaba,
cuando sonoro estalló el trueno de la campana,
desvaneciendo el esqueleto deshecho en átomos.
Johgann Wolfgang Von Goete
Imagen:https://www.blogger.com/
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