domingo, 28 de junio de 2020



Imitación de diversos

Vuestra tirana exención
y ese vuestro cuello erguido
estoy cierto que Cupido
pondrá en dura sujeción.
Vivid esquiva y exenta;
que a mi cuenta
vos serviréis al amor
cuando de vuestro dolor
ninguno quiera hacer cuenta.

Cuando la dorada cumbre
fuere de nieve esparcida,
y las dos luces de vida
recogieron ya su lumbre:
cuando la ruga enojosa
en la hermosa
frente y cara se mostrare,
y el tiempo que vuela helare
esa fresca y linda rosa;

cuando os viéredes perdida,
os perderéis por querer,
sentiréis que es padecer
querer y no ser querida.
Diréis con dolor, Señora,
cada hora:
“¡Quién tuviera, ay sin ventura,
ahora aquella hermosura
o antes el amor de ahora!”

A mil gentes que agraviadas
tenéis con vuestra porfía,
dejaréis en aquel día
alegres y bien vengadas.
Y por mil partes volando
Publicando
el amor irá este cuento,
para aviso y escarmiento
de quien huye de su bando.

¡Ay! por dios, Señora bella,
mirad por vos, mientras dura
esa flor graciosa y pura,
que el gozalla es perdella,
y pues no menos discreta
y perfeta
sois que bella y desdeñosa,
mirad que ninguna cosa
hay que a amor no esté sujeta.

El amor gobierna el cielo
con ley dulce eternamente,
¿y pensáis vos ser valiente
contra él? Acá en el suelo
da movimiento y viveza
a belleza
el amor, y es dulce vida;
y la suerte más válida
sin él es triste pobreza.

¿Qué vale el beber en oro,
el vestir seda y brocado,
el techo rico labrado,
los montones de tesoro?
¿Y qué vale si a derecho
os da pecho
el mundo todo y adora,
si a la fin dormís, Señora,
en el solo y frío lecho?

Fray Luis de León


Cuando Emilio regrese | Periódico Irreverentes

martes, 23 de junio de 2020



La cierva

Doliente cierva, que el herido lado
de ponzoñosa y cruda yerba lleno,
buscas el agua de la fuente pura,
con el cansado aliento y con el seno
bello de la corriente sangre hinchado,
débil y decaída tu hermosura:
¡Ay! que la mano dura
que tu nevado pecho
ha puesto en tal estrecho,
gozosa va con tu desdicha, cuando,
cierva mortal, viviendo, estás penando
tu desangrado y dulce compañero,
el regalado y blando
pecho pasado del veloz montero;

Vuelve cuitada, vuelve al valle, donde
queda muerto tu amor, en vano dando
términos desdichados a tu suerte.
Morirás en su seno, reclinando
la beldad, que la cruda mano esconde
delante de la nube de la muerte.
Que el paso duro y fuerte,
ya forzoso y terrible,
no puede ser posible
que le excusen los cielos, permitiendo
crudos astros que muera padeciendo
las asechanzas de un montero crudo,
que te vino siguiendo
por los desiertos de este campo mudo.

Mas ¡ay! que no dilatas la inclemente
muerte, que en tu sangriento pecho llevas,
del crudo amor vencido y maltratado;
Tú con el fatigado aliento pruebas
a rendir el espíritu doliente
en la corriente de este valle amado.
Que el ciervo desangrado,
que contigo la vida
tuvo por bien perdida,
no fue tampoco de tu amor querido,
que habiendo tan cruelmente padecido,
quieras vivir sin él, cuando pudieras
librar el pecho herido
de crudas llagas y memorias fieras.

Cuando por la espesura deste prado
como tórtolas solas y queridas,
solos y acompañados anduvistes
cuando de verde mirto y de floridas
violetas, tierno acanto y lauro amado,
vuestras frentes bellísimas ceñistes;
cuando las horas tristes,
ausentes y queridos,
con mil mustios bramidos
ensordecistes la ribera umbrosa
del claro Tajo, rica y venturosa
con vuestro bien, con vuestro  mal sentida;
cuya muerte penosa
no deja rastro de contenta vida.

Ahora el uno, cuerpo muerto lleno
de desdén y de espanto, quien solía
ser ornamento de la selva umbrosa,
tú, quebrantada y mustia, al agonía
de la muerte rendida, el bello seno
agonizando, el alma congojosa;
cuya muerte gloriosa,
en ,los ojos de aquellos
cuyos despojos bellos
son victorias del crudo amor furioso,
martirio fue de amor,  triunfo glorioso
con que corona y premia dos amantes
que del siempre rabioso
trance mortal salieron muy triunfantes.

Canción, fábula un tiempo, y caso ahora
de una cierva doliente, que la dura
flecha del cazador dejó sin vida,
errad por la espesura
del monte, que de gloria tan perdida
no hay sino lamentar su desventura.

Francisco de la Torre

MAGIA SERRANA: EL RÍO TAJO POR DENTRO -ATC- (DE LAS JUNTAS DEL HOZ ...

miércoles, 17 de junio de 2020


A la rosa

Pura, encendida rosa,
émula de la llama
que sale con el día,
¿cómo naces tan llena de alegría
si sabes que la edad que te da el cielo
es apenas un breve y veloz vuelo?
Y no vendrán las puntas de tu rama
ni tu púrpura hermosa
a detener un punto
la ejecución del hado presurosa.
El mismo cerco alado,
que estoy viendo riente,
ya temo amortiguado,
presto despojo de la llama ardiente.
Para las hojas de tu crespo seno
te dio Amor de sus alas blandas plumas,
y oro de su cuello dio a tu frente.
¿Oh fiel imagen suya peregrina!
Bañóte en su color sangre divina
de la deidad que dieron las espumas;
y esto, purpúrea flor, y esto ¿no pudo
hacer menos violento el rayo agudo?
Róbate en una hora,
róbate licencioso su ardimiento,
el color y el aliento;
tiendes aún no las alas abrasadas,
tan cerca, tan unida
está al  morir tu vida,
que dudo si en sus lágrimas la aurora
mustia tu nacimiento o muerte llora.

Francisco de Rioja

A una rosa, de Francisco de Rioja - YouTube

viernes, 12 de junio de 2020


A la esperanza

Alivia sus fatigas
el labrador cansado
cuando su yerta barba escarcha cubre,
pensando en las espigas
del agosto abrasado
y en los lagares ricos del octubre:
la hoz se le descubre
cuando el arado apaña,
y con dulces memorias le acompaña.

Carga de hierro duro
sus miembros, y se obliga
el joven al trabajo de la guerra.
Huye el ocio seguro,
trueca por la enemiga
su dulce, natural y amiga tierra;
mas cuando se destierra
o al asalto acomete,
mil triunfos y mil glorias se promete.

La vida al mar confía,
y a dos tablas delgadas,
el otro, que del oro está sediento,
escóndesele el día,
y las olas hinchadas
suben a combatir el firmamento;
él quieta el pensamiento
de la muerte vecina,
y en el oro lo pone y en la mina.

Deja el lecho caliente
con la esposa dormida
el cazador solícito y robusto.
Sufre el cierzo inclemente,
la nieve endurecida,
y tiene de su afán por premio justo
interrumpir el gusto
y la paz de las fieras
en vano cautas, fuertes y ligeras.

Premio y cierto fin tiene
cualquier trabajo humano,
y el uno llama al otro sin mudanza;
el invierno entretiene
la opinión del verano,
y un tiempo sirve al otro de templanza.
El bien de la esperanza
sólo quedó en el suelo,
cuando todos huyeron para el cielo.

Si la esperanza quitas,
¿qué le dejas al mundo?
Su máquina disuelves y destruyes;
todo lo precipitas
en olvido profundo,
y ¿del fin natural, Flerida, huyes?
Si la cerviz rehuyes
de los brazos amados,
¿qué premio piensas dar a los cuidados?

Amor, en diferentes
géneros dividido,
él publica su fin, y quien le admite.
Todos los accidentes
de un amante atrevido
(Niéguelo o disimúlelo) permite.
Limite, pues, limite
la vana resistencia;
que, dada la ocasión, todo es licencia.

Lupercio Leonardo de Argensola

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Imagen:

domingo, 7 de junio de 2020


La vida en el campo

Llevó tras sí los pámpanos octubre,
y con las grandes lluvias insolente,
no sufre Ibero márgenes ni puente,
mas antes los vecinos campos cubre.

Moncayo, como suele, ya descubre
coronada de nieve la alta frente;
y el sol apenas vemos en Oriente,
cuando la opaca tierra nos lo encubre.

Sienten el mar y selvas ya la saña
del Aquilón, y encierra su bramido
 gente en el puerto y gente en la cabaña.

Y Fabio, en el umbral de Tais tendido
con vergonzosas lágrimas lo baña,
debiéndolas al tiempo que ha perdido.

Lupercio Leonardo de Argensola

Fotos de Moncayo Nevado

lunes, 1 de junio de 2020


La providencia

Dime, Padre común, pues eres justo,
¿por qué ha de permitir tu providencia
que, arrastrando prisiones la inocencia,
suba la fraude a tribunal augusto?

¿Quién da fuerzas al brazo que robusto
hace a tus leyes firme resistencia,
y que el celo, que más la reverencia,
gima a los pies del vencedor injusto?

Vemos que vibran victoriosas palmas
manos inicuas, la virtud gimiendo
de triunfo en el injusto regocijo.

Esto decía yo, cuando riendo
celestial ninfa apareció, y me dijo:
“¡Ciego! ¿es la tierra el centro de las almas?”

Bartolomé Leonardo de Argensola

Bartolomé Juan Leonardo de Argensola, poeta, Barbastro, 1562-1631