martes, 14 de abril de 2020


Al sueño – El himno del Desgraciado

“Que el grande y el pequeño
Somos iguales lo que dura el sueño”
Lope de vega

Desciende a mí, consolador Morfeo,
único Dios que imploro,
antes que muera el esplendor febeo
sobre las playas del adusto moro.

Y en tu regazo el importuno día
me encuentro aletargado,
cuando triunfante de la niebla umbría
asciende al cénit del trono dorado.

Pierda en la noche y pierda en la mañana
tu calma silenciosa
aquel feliz que en el lecho de oro y grana
estrecha al seno la adorada esposa.

Y el que halagado con los dulces dones
de Pluto y de Citeres,
las que a la tarde fueron ilusiones,
a la aurora verá ciertos placeres.

No hallé jamás la matutina estrella
en tus brazos rendido
al que bebió en los labios de su bella
el suspiro de amor correspondido.

¡Ah! Déjalos que gocen. Tu presencia
no turbe su contento;
que es perpetua delicia su existencia
y un siglo de placer cada momento.

Para ellos nace, el orbe colorando
la sonrosada aurora,
y el ave sus amores va cantando
y la copia de Abril derrama Flora.

Para ellos tiende su brillante velo
la noche sosegada,
y de trémula luz esmalta el cielo,
y da al amor la sombra deseada.

Si el tiempo del placer para el dichoso
huye en veloz carrera,
une con breve y plácido reposo
las dichas que ha gozado a las que espera.

Mas ¡ay! a un alma del dolor guarida
desciende ya propicio;
cuanto me quites de la odiosa vida,
me quitarás de mi inmortal suplicio.

¿De qué me sirve el súbito alborozo
que a la aurora resuena,
si al despertar el mundo para el gozo,
sólo despierto yo para a pena?

¿De qué el ave canora, o la verdura
del parado que florece,
si mis ojos no miran la hermosura,
y el universo para mí enmudece?¡

El ámbar de la vega, el blando ruido,
con el raudal se lanza,
¿Qué son ¡ay! para el triste que ha perdido,
último bien del hombre, la esperanza?

Girará en vano, cuando el sol se ausente
la esfera luminosa;
en vano, de almas tiernas confidente,
los campos bañará de luna hermosa.

Esa blanda tristeza que derrama
a un pecho enamorado,
si su tranquila amortiguada llama
resbala por las faldas del collado,

no es para un corazón de quien ha huido
la ilusión lisonjera,
cuando pidió, del desengaño herido,
su triste antorcha la razón severa.

Corta el hilo a mi acerba desventura,
oh, tú, sueño piadoso;
que aquellas horas que tu imperio dura
se iguala el infeliz con el dichoso.

Ignorada de sí yazca mi mente,
y muerto mi sentido,
empapa el ramo, para herir mi frente,
en las tranquilas aguas del olvido.

De la tumba me iguale tu beleño
a la ceniza yerta,
sólo ‘ay de mí” que del eterno sueño,
mas felice que yo, nunca despierta.

Ni aviven mi existencia interrumpida
fantasmas voladores,
ni los sucesos de mi amarga vida
con tus pinceles lánguidos colores.

No me acuerde cruel de mi tormento
la triste imagen fiera;
bástale tu malicia al pensamiento,
sin darle tú el puñal para que hiera.

Ni me halagues con pérfidos placeres,
que volarán contigo;
y el dolor de perderlos cuando huyeres
de atreverme a gozar será el castigo.

Deslízate callado, y encadena
mi ardiente fantasía;
que asaz libre será para la pena
cuando me entregues a la luz del día.

Ven, termina la mísera querella
de un pecho acongojado.
¡Imagen de la muerte! Después de ella
eres el bien mayor del desgraciado.

Alberto Lista

AL SUEÑO. EL HIMNO DEL DESGRACIADO



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