que en el misterio de la noche oscura
vierte la luz de una mirada pura
sobre la cuna de color de rosa.
Hada madrina que jamás reposa;
voz que constante una oración murmura;
mano dispuesta a bendecir, ternura
siempre presente y siempre generosa.
Relicario inmortal del sentimiento;
árbol que da la vida, el alimento;
y la tibia frescura de su sombra.
Inagotable fuente de cariño.
Primer vocablo que pronuncia el niño
y último ser que el moribundo nombra.
I. Lleras Restrepo
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